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Los cálculos renales son estructuras cristalinas en una matriz orgánica, que se forman en papilas y cálices renales, y que van creciendo paulatinamente hasta que se fragmentan y son eliminados por las vías urinarias.

En nuestro medio la incidencia es de un 0,5% de la población y la prevalencia del 5%, con posibilidad de re­cidiva a los 5 años en un 50% de los pacientes y a los 25 años en un 80%. Son más frecuentes en el va­rón: por cada mujer que sufre esta patología hay 2 varones. El pico de máxima incidencia es en la tercera década de la vida. Un 30% de los afectados tienen antecedentes fa­miliares.

Debido a la alta recidiva es nece­sario saber cómo actuar desde el consejo sanitario para intentar evi­tar, en la medida que sea posible, la aparición de las mismas, que supo­ne un costo sociosanitario muy ele­vado con importante comorbilidad. Ello implica una profilaxis con me­didas dietéticas y el uso de fitotera-pia, previo a añadir un tratamiento médico específico.

 

 

El proceso de formación de cálculos tiene varias fases:

  • Saturación. Es imprescindible, en la formación del cálculo, una orina sobresaturada con una o va­rias sales con capacidad litogéni-ca, formadora de cálculos. El límite de la solubilidad va a depender del pH de la orina, la temperatura y la concentración de dichas sales.
  • Nucleación. Una vez alcanzado el límite de solubilidad precipitan las sales formando un núcleo crista­lino.
  • Agregación. A este núcleo se van añadiendo sustancias orgánicas de la orina, van precipitando más sales entorno al núcleo primigenio y va cre- ciendo en tamaño.

Dependiendo de la presencia o au­sencia de sustancias inhibidoras de la formación del cálculo o quelado-ras que favorecen el mismo, junto al nivel de acidez en orina (el pH) y el volumen urinario, se acelera o enlentece su formación. Es posible incluso que determinados cálculos puedan solubilizarse y desaparecer, según el tipo de sustancia forma-dora y las condiciones fisicoquími-cas que tenga en su entorno.

El tipo de cálculo más frecuen­te es el cálcico, que ronda el 70% de todas las litiasis, los de ácido úrico (10%) y los de fosfato amóni­co magnésico (litiasis infecciosas), el 20%.

El cuadro clínico es variado y depende del paciente y de la po­sición del cálculo. Hay personas que aún teniendo litiasis renal cur­san asintomáticas y se descubren aleatoriamente en exploraciones complementarias o en autopsias, no habiendo dado nunca síntomas. Lo normal es que cuando el cálculo se rompe, las espículas resultantes tienden a salir por las vías urina­rias. Si son menores de 5 milíme­tros suelen salir, con más o menos síntomas, al exterior, pero si su ta­maño oscila entre 5 y 8 milímetros tienen más dificultad, siendo los 10 milímetros una medida que incluso puede dar problemas obstructivos de las vías urinarias en el intento de eliminarlos.

Mientras el cálculo permanece fijo en la papila suele ser asintomá­tico salvo hematuria. Al desprender­se y descender por las vías urina­rias produce un dolor agudo por la distensión y erosión ocasionadas. Comienza el cólico renal en la fosa lumbar, aparece de forma gradual aumentando en intensidad rápida­mente, haciéndose inaguantable.

Se puede acompañar de cortejo vegetativo, náuseas y vómitos junto a hematuria. Cuando el dolor baja de fosa renal a fosa inguinal es si­nónimo de su descenso por el uré­

ter, llegando a centrarse en zona abdominal baja o genital cuando está en su tercio distal. Una vez que entra en vejiga produce sín­drome miccional o dolor irradiado a testículo y zona genital.

 

El tratamiento conservador en el intento de prevenir las recidivas pasa por:

  • Tener un pH neutro de la orina si el cálculo es de ácido úrico o de cistina, sin excedernos en la alca­linidad porque favorecería, ante la presencia de gérmenes ureolíticos (Proteus, Staphylococcus, Klebsie-lla…) la génesis de un cálculo in­feccioso. Este equilibrio lo conse­guiríamos con bicarbonato sódico. Huelga decir que el ácido úrico es un residuo del metabolismo de las proteínas, por lo que la reducción de su ingesta es fundamental.
  • Restricción de la ingesta de sodio, parque una ingesta alta aumenta la excreción urinaria de calcio y dis­minuye la concentración urinaria de inhibidores de la cristalización como el citrato, propiciando la gé­nesis de cálculos de calcio.
  • Restricción de oxalatos en la ali-mentación (espinacas, remolacha, acelga, cacao en polvo, pimientos, germen de trigo…) es útil en los pacientes con litiasis de oxalato cál­cico.
  • Asegurar una hidratación suficien-te para tener una diuresis de 2 a 3 litros al día. Aquí es donde entra el papel de la fitoterapia.
  • Es aconsejable el baño de asien-to en una bañera, con agua ca­liente que cubra las fosas renales y sumergiendo la zona durante 30 minutos, dos veces al día. Potencia la acción analgésica y espasmolíti-ca farmacológica al relajar las vías urinarias y estructuras musculares aledañas, propiciando un aumento del diámetro del conducto para una mejor expulsión del cálculo. 

La ingesta de sodio
propicia la génesis
de cálculos de calcio

La disminución del volumen urinario y la estasis de orina favorecen la crista­lización, al aumentar la concentración de sales y favorecer el crecimiento del núcleo. Nuestro consejo implica mayor ingesta de agua y la toma de plantas con suave acción diurética que favo­rezcan el movimiento en vías urinarias.

 

FITOTERAPIA PARA FORMADORES DE CÁLCULOS

 1.- Herniaria

(Herniaria glabra)

Conocida popularmente como “rompe-piedras”. También se le llama arenaria, por vivir en terre­nos arenosos y ayudar a disolver la arenilla renal. Es rica en querce-tina, saponinas y taninos. Estudios a nivel de laboratorio demuestran su capacidad para inhibir la agregación de cristales de oxalato cálcico. También tiene efecto diurético, antie-dematoso y espasmolítico; elimina el ácido úrico. Tradicionalmente se ha utilizado para tratar y prevenir las litiasis renales. Bibliografía reciente le atribuye un efecto inhibidor de la nucleación de cristales COM (Puig-gros et al. Arch Esp Urol 2015).

No presenta efectos secundarios ni interacciones.

2. Cola de caballo

(Equisetum telmateia Ehrh.)

Planta con actividad farmacológi­ca diurética y remineralizante por su composición en sales minerales (20% sobre todo sílice y potasio), flavonoides, saponinas, fitosteroles y taninos. Está indicada como diu­rética para las inflamaciones e infec­ciones de las vías urinarias, para la urolitiasis y las retenciones hídricas. No se conocen contraindicaciones ni interacciones.

3. Grama de las boticas

(Agropyrum repens)

Planta utilizada tradicionalmente como diurético. La Agencia Euro­pea del Medicamento (EMA) aprue­ba su uso como “lavado de las vías urinarias”. Asimismo, la Comisión E aprueba su indicación en la preven­ción de las litiasis urinarias.

No se han descrito interacciones.

 

 

 

 

4. Gayuba

(Arctostaphylos uvaursi)

Su actividad farmacológica es diu­rética, antiséptica y antiinflamatoria de vías urinarias y su uso clínico se aconseja en inflamación en infeccio­nes de las mismas.

La acción antibacteriana está rela­cionada con la hidroquinona, y se fa­vorece en una orina alcalina. Por ello tiene un uso terapéutico y preventivo en las litiasis infecciosas. La acción antiinflamatoria es debida a la arbu-tina y es útil en los casos de irritación de la mucosa urinaria. El efecto diuré­tico es comparable al de la hidroclo-rotiazida. Por la presencia de taninos puede ocasionar irritación gástrica en personas sensibles.

5. vellosilla

(Hieracium pilosilla)

Planta con actividad diurética y antimicrobiana por sus derivados hidroxicinámicos, flavonoides y cumani-nas, Clínicamente se aconseja su uso en retenciones hídricas, edemas, oligurias, celulitis e hiper­tensión arteria. No se le conocen ni contraindicaciones ni interacciones. Tras la toma de vellosilla se obser­va un gran aumento de la diuresis con gran eliminación de cloruros y sustancias nitrogenadas presentes en la orina.

6. Bardana

(Arctium lappa L.)

Es una planta con un moderado efecto diurético que compensa por la acción reductora de los niveles de ácido úrico debido a que los ácidos dicofeoilquímicos inhiben la enzi­ma xantina-oxidasa. Está indicada en las litiasis de ácido úrico por su efecto diurético y antiurolitiásico.

Presenta además actividad hepatoprotectora, hipoglucemiente, antiinflamatoria y antioxidante, entre otras.

No se le conocen interacciones ni efectos secundarios.

7. Diente de león

(Taraxacum officinale)

Se usan las raíces de esta planta por su actividad diurética y antiu-rolitiásica, además de tener efecto colerético, colagogo, eupéptico y estomáquico.

Su elevado contenido en po­tasio influye en el efecto diurético, compensando al que se pierde por la orina y obteniendo una ganancia neta de este mineral, al contrario de lo que ocurre con los diuréticos convencionales.

Los estudios muestran una me­joría en los factores de riesgo de la urolitiasis (calciuria, citraturia, fos-faturia, pH urinario y diuresis) pro­duciendo un significativo aumento tanto de la frecuencia urinaria como del volumen.

Al estimular las secreciones gástricas se debe recomendar con precaución en patología estomacal. Puede provocar trastornos gástri­cos por hiperacidez.

 

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