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Consejo farmacéutico T. Urinario | Atención farmacéutica en la incontinencia urinaria

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Índice

En España, los datos publicados sobre prevalencia de IU en mujeres de la población general menores de 65 años la situan entre un 15 y un 40%, mientras que en una población mayor de 60 años la prevalencia en mujeres está entre el 15 y el 43% y en varones entre el 15 y el 29%. Esta patología conlleva una problemática de índole higiénico, social y psicológico que afecta notablemente a su actividad normal y bienestar.

 

Aunque se trata de un problema más frecuente conforme se avanza en edad, la multiplicidad de causas que lo pueden originar hace que sea posible que se produzca en cualquier momento de la vida. Asimismo, debe destacarse que en la actualidad existen múltiples abordajes terapéuticos para tratar y/o prevenir la incontinencia urinaria, tanto quirúrgicos como fisioterápicos y farmacológicos, por lo que debería siempre acudirse a un especialista para instaurar el más adecuado.

Existen causas mayores de incontinencia urinaria, como lesiones cerebrales o de la médula espinal, enfermedades neurodegenerativas, neoplasias o cálculos en la vejiga urinaria, obstrucción de la porción inferior del tracto urinario o traumatismos. Algunos tratamientos farmacológicos como los diuréticos, los antagonistas adrenérgicos α1 o los psicofármacos también pueden influir en la actividad de la vejiga urinaria. Sin embargo, las causas más frecuentes son resultado del envejecimiento y de la multiparidad en las mujeres. En varones, además, las patologías en las vías urinarias inferiores, las infecciones genitourinarias y el haber sufrido prostatectomía son también una causa importante de incontinencia.

 

 

Las consecuencias físicas de la incontinencia urinaria pueden considerarse leves, como irritación cutánea de la zona expuesta a la orina, que a veces llega a complicarse con la aparición de infecciones. Ahora bien, el impacto psicológico y sobre la calidad de vida en ocasiones es considerable. Tener que usar compresas absorbentes de forma continuada y el hecho de ser consciente de que las pérdidas de orina son proclives a producirse en cualquier momento puede limitar mucho la actividad de quien la sufre y condicionarla a acudir o no a determinados lugares o acontecimientos, llegando a generar estados de ansiedad o de depresión.

 

Anatomofisiología del tracto urinario

El tracto urinario inferior contiene el músculo detrusor, el trígono y la uretra, que son estructuras de músculo liso que se diferencian en cuanto a morfología e inervación, pero que forman una unidad funcional controlada por complejos mecanismos nerviosos, tanto centrales como periféricos, que permiten el correcto funcionamiento del aparato urinario. La inervación es tanto simpática como parasimpática, además de por nervios somáticos. El músculo detrusor, que rodea la vejiga urinaria, recibe principalmente inervación colinérgica a través del neurotransmisor acetilcolina. Ésta estimula receptores muscarínicos M1, M2 y M3 (estos últimos parecen ser los más relevantes) que provocarán la contracción de la vejiga y su vaciado. El detrusor también recibe inervación adrenérgica, aunque de manera más dispersa, mediada a través de receptores β2, que provocan relajación y que parece ser son los responsables de que la vejiga esté relajada mientras dura su llenado.

El trígono y la uretra, en la región más distal, reciben abundante inervación adrenérgica, en la cual los receptores α1 predominan sobre los . Ello permite que durante el proceso de llenado de la vejiga la uretra se mantenga cerrada. Esta región también está bajo control de inervación no-adrenérgica ni colinérgica, donde participan diversos neuropéptidos y el óxido nítrico, sustancias que pueden contraer o relajar la musculatura lisa. La uretra también contiene un músculo estriado, el esfínter uretral externo o rabdoesfinter, que junto al periné, juega un importante papel en la continencia de la orina.

El periné, también denominado suelo pélvico, es un músculo estriado que sujeta y rodea las porciones distales de los conductos urogenital y gastrointestinal. En la mujer, el cuerpo perineal fibroso central, situado entre la vagina y el ano, es mayor que en el hombre.

Además, el músculo bulboesponjoso, un esfínter que rodea el orificio vaginal y cubre el clítoris, no existe en el periné masculino. El fortalecimiento de los músculos que sostienen la vejiga, el útero y el recto, mediante determinados ejercicios físicos, puede evitar alteraciones como el rectocele (descenso del recto), el cistocele (desprendimiento de la vejiga) y el prolapso uterino, los cuales son causa de incontinencia urinaria.

 

Tipos de incontinencia urinaria

  1. Incontinencia de esfuerzo: También denominada incontinencia por estrés, es aquella en que las pérdidas se producen durante una actividad física como toser, estornudar, reír o realizar algún tipo de ejercicio físico. Normalmente es debida a la incompetencia del esfínter. Es el tipo de incontinencia más común en las mujeres. Entre los factores de riesgo en este caso se pueden mencionar: edad avanzada, partos, obesidad y restitución estrogénica por vía oral en mujeres. Las condiciones que producen tos crónica como bronquitis crónica y asma también pueden aumentar el riesgo. Es posible que se presente como resultado del debilitamiento de los músculos pélvicos que soportan la vejiga y la uretra o por mal funcionamiento del esfínter uretral. Un traumatismo previo de la zona uretral, una lesión neurológica y algunos medicamentos también pueden debilitar la uretra, mientras que el haber estado sometidas a cirugía pélvica puede causar debilidad del esfínter uretral.
    La incontinencia de esfuerzo se produce a menudo en mujeres que han tenido múltiples embarazos y partos vaginales, o que tienen prolapso pélvico (protrusión de la vejiga, uretra o pared rectal hacia el espacio vaginal), con cistocele, cistouretrocele o rectocele. Además, se agrava con el déficit de estrógenos que acompaña a la menopausia.
  2. Incontinencia de urgencia: Se caracteriza por el deseo irrefrenable de orinar, hasta el punto de la perdida involuntaria de orina. Suele ser más habitual en personas mayores de 75 años y, en este caso, la prevalencia es mayor en el sexo masculino. Generalmente se produce por falta de control a nivel del músculo detrusor (vejiga inestable) o por alteraciones neurológicas (vejiga hiperrefléxica). Durante la fase de llenado se presentan contracciones no inhibidas. Se acompaña de aumento de la frecuencia de las micciones en el día y en la noche (nicturia), urgencia miccional e incontinencia y sensación de micción incompleta. Estos episodios pueden producirse bajo situaciones como ingesta de cafeína, frío, oír agua corriendo o ante la proximidad de un baño.
  3. Incontinencia mixta: Consiste en la combinación de las dos anteriores. Es frecuente en mujeres multíparas, en las que la distensión producida por el embarazo y el proceso del parto distiende y puede llegar a desgarrar los músculos pelvianos.
  4. Incontinencia inconsciente o por rebosamiento: suele producirse en personas mayores que presentan déficits cognitivos. La pérdida de orina se produce sin que la persona sienta deseo de orinar. La vejiga se va llenando de orina y se distiende, hasta el punto de que la orina sale por el incremento en la presión intravesical y relajación del esfínter.

 

 

 

Medidas preventivas

En la mujer es de gran importancia el fortalecimiento y mantenimiento del suelo pélvico en general y, especialmente, después de un parto, ya que el debilitamiento, distensión y desgarro de esta musculatura (a lo que debe sumarse la episiotomía si se practica) puede ocasionar incontinencia que puede empeorar tras la menopausia. Existen técnicas diversas para fortalecer y tonificar estos músculos. Las más conocidas son los denominados ejercicios de Kegel, que están especialmente indicados para después del parto, aunque pueden realizarse en cualquier momento. Consisten en contracciones voluntarias como las que se realizan cuando se contienen las ganas de orinar. También pueden realizarse durante el proceso de micción. Se recomiendan 10 contracciones al día, cada 5 segundos.

También pueden practicarse ejercicios con la musculatura anal, análogos a los de contener la defecación, seguidos de relajación, repitiéndose la contracción de 20 a 30 veces al día. Estos ejercicios son muy eficaces en la mayoría de incontinencias, sobre todo en las de esfuerzo y mixtas, aunque debe tenerse en cuenta que se requieren unas 12 semanas para notar resultados.

 

Medidas paliativas

Consisten en la utilización de colectores o absorbentes de orina. Actualmente el desarrollo de estos artículos permite la máxima absorción con el mínimo de volumen e incomodidad. Aunque se utilizan como primer recurso para absorber las pérdidas de orina, ello no debe impedir la adopción del tratamiento más adecuado para corregir la causa.

Asimismo, es recomendable adoptar una serie de medidas en cuanto a hábitos como evitar el consumo de sustancias excitantes como la cafeína, alcohol o bebidas gaseosas, ya que incrementan la frecuencia de micción. El intentar alargar, de forma muy progresiva, el periodo entre micciones también puede ser de utilidad. El ejercicio físico debe realizarse con precaución, evitando el que ejerza presión sobre el abdomen. Si es posible, se evitarán los fármacos que empeoran la situación anteriormente expuestos.

 

Tratamiento

El abordaje físico y/o fisioterápico juega un papel importante a la hora de evitar las pérdidas de orina. Los ejercicios de Kegel son un buen comienzo y debe resaltarse la necesidad de una buena constancia a la hora de realizarlos para que puedan surtir efecto. El papel de el/la fisioterapeuta en el entrenamiento y consejo al/la paciente es crucial. También puede valorarse la aplicación de electrodos para estimular la musculatura abdominal interna, así como la inyección local de colágeno alrededor de la uretra y el esfínter. El tratamiento quirúrgico en mujeres suele ser lo adecuado en caso de desprendimiento de la vejiga o debilidad persistente de la musculatura pélvica. Actualmente, el uso de minicintas suburetrales sin tensión es una de las técnicas más utilizadas, aunque en un 20% de los casos pueden aparecer complicaciones leves y reversibles.

Por lo que respecta al tratamiento farmacológico, éste puede ser de utilidad en los casos de hiperactividad vesical o contracciones involuntarias de la vejiga. Por lo general deberán ajustarse las dosis para minimizar los efectos adversos, aumentándolas progresivamente si es necesario.

El tratamiento de la incontinencia de urgencia y la hiperreflexia (vejiga hiperactiva, hiperactividad del detrusor) está encaminado a reducir la actividad del detrusor e incrementar la capacidad de la vejiga. Los fármacos más utilizados son los antagonistas muscarínicos, que bloquearán los efectos constrictores de la acetilcolina. De ellos se busca una mayor selectividad por los receptores M3 y la vejiga para evitar los efectos secundarios antimuscarínicos (boca seca, constipación, mareos, visión borrosa…) que son frecuentes y limitantes.

Así, la solifenacina presenta mayor selectividad por dichos receptores, mientras que la tolterodina tiene un mayor tropismo para la vejiga. Menos selectivos, también se utilizan el flavoxato y el cloruro de trospio.
Los fármacos que combinan varios mecanismos de acción que resultan en una relajación de la vejiga son también muy empleados. Entre ellos, el más utilizado es la oxibutinina, que combina efectos antimuscarínicos y relajantes musculares directos. Presenta una buena biodisponibilidad por vía oral y da lugar a un metabolito activo. Su incidencia de efectos secundarios antimuscarínicos es elevada y limita su dosificación. También puede administrarse directamente por vía intravesical.

Algunos antidepresivos tricíclicos también son eficaces. Entre ellos, se utilizan la imipramina, la doxepina o la duloxetina. Combinan efectos antimuscarínicos con inhibición de recaptación de noradrenalina y serotonina, por lo que relajan la vejiga e incrementan el tono del esfínter.

Por otra parte, la desmopresina, por sus propiedades antidiuréticas, puede utilizarse en casos de noctiuria. Posee un riego elevado de hiponatremia, que aumenta com la edad, las cardiopatías y un volumen alto de orina en 24 horas. La inyección de toxina botulínica A en el músculo detrusor puede ser de utilidad en casos de hiperreflexia de este músculo, si es resistente a antimuscarínicos.

Finalmente, el tratamiento de la incontinencia de esfuerzo está encaminado a incrementar la resistencia al escape. Pueden utilizarse agonistas adrenérgicos α como la efedrina, aunque sus efectos adversos (hipertensión, excitación…) limitan su uso. Su asociación con estrógenos puede ser de utilidad en mujeres postmenopáusicas. En este último caso, los estudios recientes indican que los estrógenos son más eficaces por vía vaginal, a bajas dosis y no por vía oral, donde se ha observado incluso un emperoramiento. También existe evidencia de eficacia en el uso de clenbuterol e imipramina. •

 

Dr. David Pubill Sánchez
Profesor Titular de Farmacología Facultad de Farmacia, U.B.

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